Tours en Sámara…y alrededores.

Panorámica Sámara.

Mi pasión por la observación de la naturaleza se remonta a mi niñez.

Mis padres trabajaban los dos de lunes a viernes y muchos fines de semana también, pero cuando lograban tener alguno libre nos metíamos en el coche e íbamos a conocer lugares…ese fue mi primer contacto con la naturaleza, desde la ventana del coche…desde ella recuerdo avisarles de cuánto veía; liebre, zorro, ardilla o pajarito…y ya por aquel entonces a mis padres les asombraba esa capacidad de «ver» lo que la mayor parte de las veces nadie más veía.

Más tarde ya en la escuela era la «salvadora» de cuanto animalito se cruzara en mi camino, encuentros providenciales y diría casi mágicos porque parecía que sólo querían ser vistos por mí . Daba igual que fuera un tritón, un grillo, una rana o un gorrión, siempre me los terminaba llevando a casa para cuidarlos, sin conocimientos adquiridos pero siguiendo mi instinto y la mejor de las intenciones… conseguía casi siempre devolverlos a su hábitat, sin inconveniente alguno para ellos.

Sin embargo mientras aprendía en esa interacción con la naturaleza, tuve una experiencia que ni pasados tantos años he logrado borrar.

Iguana macho.

Durante unos años cuando «galopaba» en mi caballo mágico por los campos de mi querida España, descubriendo fabulosas ruinas de castillos y pequeños pueblos, mientras disfrutaba con lo más valioso y preciado para cualquier niño en este planeta, aunque puede que ahora no lo sepan, la imaginación, fascinada por las pequeñas, coloridas y gráciles hadas (así veía yo a las mariposas) tuve la imperiosa necesidad de capturarlas…y esa casi obsesión era mi juego persiguiéndolas con un jersey que lanzaba sobre ellas cuando las incautas e inocentes criaturas aladas libaban néctar de las flores.

Un día, presumo que de primavera, logré capturar unas cuántas y mi ingenua ilusión me llevó a encerrarlas en una habitación en casa, para poder disfrutarlas siempre que quisiera…

Al día siguiente al abrir la puerta no encontré ni una sola con vida…aún ahora puedo recordar esa sensación de culpabilidad que me hizo comprender entonces que esa no era la forma correcta de «capturar» su belleza.

Con los años encontré la mejor manera, a través de la cuál no sólo podía capturar la belleza de la naturaleza, sino que además podía inmortalizarla sin alterarla, sin molestarla y a través de las fotografías podía difundir y compartir su belleza.

Es así como mi cámara se ha convertido en la extensión de mi brazo y como me acompaña cada vez que salgo, siendo mi fiel compañera y herramienta indispensable que me ayuda a identificar y localizar cada ser vivo que logro observar.

Eumomota Superciliosa.

Garza real.

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