Adoctrinamiento = programación

DESPROGRAMACIÓN = LIBERACIÓN

La desprogramación es un proceso que conlleva liberarse de las ideas preconcebidas, los condicionamientos sociales y las creencias limitantes que nos han sido inculcadas a lo largo de nuestras vidas. Al desafiar y cuestionar estas estructuras mentales, podemos alcanzar un estado de liberación personal y emocional que nos permite vivir de acuerdo a nuestras propias verdades y aspiraciones. Este viaje de desprogramación suele ser desafiante, pero los frutos de la liberación interior son invaluables. Al deshacernos de las cadenas mentales impuestas por la sociedad y el entorno, nos abrimos a nuevas perspectivas, oportunidades y conexiones genuinas con el mundo que nos rodea. La desprogramación nos brinda la posibilidad de redefinir nuestra realidad, explorar nuestra autenticidad y vivir una vida más plena y consciente.

La liberación que acompaña a la desprogramación no solo impacta nuestra realidad individual, sino que también puede tener efectos positivos en nuestra interacción con los demás y en la sociedad en su conjunto. Al desafiar las narrativas establecidas y cuestionar las estructuras de poder, contribuimos a la creación de un mundo más inclusivo, diverso y equitativo. La desprogramación, por lo tanto, no solo es un acto de empoderamiento personal, sino también un paso hacia la construcción de una colectividad más compasiva y justa.

En resumen, la desprogramación es un proceso transformador que nos lleva hacia la liberación de las limitaciones impuestas por la sociedad y la cultura. Al desafiar nuestras creencias arraigadas y nuestros condicionamientos, abrimos la puerta a una vida más auténtica, plena y significativa. Este viaje hacia la liberación no solo impacta nuestro mundo interno, sino que también puede contribuir a la creación de un entorno más comprensivo, inclusivo y justo para todo.

El lograrlo por lo menos en mi caso me ha llevado toda la vida, al despertar (consciencia) de mi conciencia.

Me ayudó mucho alejarme de todo lo que conocía hasta entonces, despegarme de esta realidad, cortar con relaciones laborales, personales e incluso familiares.

Voy a remontarme a dos anécdotas o momentos significativos de mi vida, algo que muy pocos conocéis , porque no sabía hasta hace poco cómo gestionarlos.

Viaje del papa Woytila, el papa viajero, a Montserrat (1982) Recorrido en bus desde Les Alzines (colégio en Gerona) hasta allí.

Llegamos de noche, una noche en la que la lluvia a ratos torrencial no daba tregua, toda la puñetera noche esperando de pie, a la llegada del papa, mientras nos empapábamos bajo la lluvia, horas y horas, horas que aún ahora las recuerdo eternas y absurdas. Recuerdo la imagen de una mujer mayor en una silla de ruedas, recuerdo pensar que la lluvia y el frío desde luego facilitarían reunirse antes con su «Creador»… Recuerdo las preguntas que se agolpaban en mi mente, mientras pensaba ¿por qué había que esperarse a la intemperie durante taaaaaaaaaaaaaantas horas a que llegara el Papa? ¿ Para no perder el sitio? ¿No podíamos esperar dentro del bus? ¡¡¡Si llegaba cerca de las 11 de la mañana !!!! Recuerdo el cansancio, el hambre y el frío y ¿todo para qué? Para una fugaz vista del Papa un sr al que hubiera visto mejor por la tele que estando allí aguantando tantas inclemencias. Recuerdo la impotencia que sentía porque yo no quería estar allí, pero como otras muchas cosas «programadas» en mi vida, debía estar allí, esa noche.

Mientras proferían cánticos de alabanza, yo sólo deseaba dejar de pasar frío por la ropa de abrigo que empapada pesaba sobre mis hombros, y así pasaron las horas y no dejó de llover. Llegó el Papa, ni recuerdo si lo vi, sólo deseaba llegar al autobús, sentarme, quitarme los zapatos encharcados… y al llegar a la hilera de autobuses, revuelo, lloros desconsolados, y una fatídica noticia maquillada de » ha sido la voluntad de Dios» y «al menos pudieron partir viendo al Papa».

¿Qué os parece? ¿Cómo os suena esto? ¿Cómo os quedáis?

Pues como me quedé yo al enterarme de que dos chicas de COU de apenas 16 y 17 años de edad de mi colegio acababan de morir aplastadas por un derrumbe de piedras y barro que a causa de la lluvia se vinieron abajo sepultándolas mientras guardaban sus bolsas a las 13.30h en los porta equipajes exteriores. Toda la puta noche a la intemperie porque aquellas descerebradas fanáticas religiosas querían estar «cerca» para ver al Papa.

Fue tal el impacto de esta noticia pero sobre todo fue tal el cinismo con que para mi, trataron de encubrir su falta de responsabilidad que nunca más pude volver a poner un pie en la emblemática Montserrat.

Aún recuerdo, al llegar a mi casa que tuve que colgar el anorak blanco con anchas rayas azules en la ducha y era tanta el agua acumulada que las rayas azules se destiñeron…Os cuento que además yo estaba en «mis días» o sea con la menstruación (que bajo la lupa de estas tipas era como estar «sucia») y al finalmente poder quitarme la ropa los pantalones estaban totalmente manchados…Os cuento esto para que os hagáis una idea.

Deciros que de esta trágica noticia apenas se habló, eclipsada por la visita papal.

Yo por aquel entonces tenía 15 años y todo me parecía surrealista pero no tenía ni la voluntad ni el valor todavía para salir de esa tela de araña.

Dos años después por el trabajo de mi padre nos mudamos de Gerona a Barcelona y allí ya me «esperaban» en otro colegio esta vez LA VALL.

Al colegio en Bellaterra iba en tren y el tren por las tardes iba abarrotado de estudiantes, a los del colegio VIARÓ que era el de chicos del mismo palo que LA VALL tuvieron que asignarles unos vagones en exclusiva de un tren para que viajaran a parte a causa de las múltiples quejas de los usuarios por sus gamberradas…¡¡Imaginaos que perlitas!! Por si no lo sabéis colegio privado de gente «pudiente».

Bueno, el caso es que yo llevaba tiempo observando a un tipo cuyo comportamiento llamó mi atención porque siempre subía y bajaba de los vagones a las mismas horas que salíamos de los colegios. Vestía, (aún hoy podría reconocerlo) una gabardina en muchas ocasiones y sino un abrigo largo. En ese tiempo no le calculé la edad, pero ahora diría que tenía unos cuarenta y pocos…

Os cuento, el tipo en cuestión siempre aparecía en los andenes (en distintas estaciones del mismo recorrido) a las horas puntas de las salidas de los colegios..¡¡A veces iban tan abarrotados que parecía que podías quedarte suspendida en el aire entre pasajero y pasajero sin tocar el suelo, en las plataformas!

Y eso, era justamente lo que a él le convenía, siempre de pie, siempre pegándose a alguna estudiante, con la excusa, claro que iba a tope, de que no cabía ni un alfiler y de que había que arrimarse.

Durante mucho tiempo lo observé, hasta que me di cuenta de que realmente lo que yo intuía por su forma «rara» de actuar, entrando y saliendo de los vagones era porque estaba abusando de las estudiantes disimuladamente, pero yo me fijaba en ellas, en su nerviosismo, en que trataban de escabullirse, de cambiar de lugar y cuando esto ocurría, él también cambiaba de vagón.

Hasta que un día, me tocó a mi, y sí, él sabía yo creo que él sabía que yo lo llevaba observando tiempo y tiempo y que lo miraba inquisitivamente y con asco. Sí, recuerdo, por supuesto, como se apretó todo lo que pudo contra mi, que estaba de pie como casi siempre en una esquina, recuerdo que estuve debatiéndome entre gritarle, poniéndole en evidencia, pero me dio vergüenza, la verdad, no tuve valor. Sé que puse mis libros entre medias de su entre pierna y la mía y recuerdo incluso ahora que el muy enfermo se excitaba…

Recuerdo que cuando bajó de la estación lo seguí un buen rato., se lo comenté a mi mejor amiga por aquel entonces pero sin saber cómo podía denunciarlo.

Pasó el tiempo y durante unos meses dejó de coger el tren, no sé si le asustó la idea de que yo pudiera reconocerlo y denunciarlo, pero cual fue mi sorpresa que un día, estaba yo subida en el bus, (a veces cogíamos el tren y otras el autobús del colegio) vi al «acosador del tren», que era como ya le había bautizado, levantando a una niña pequeña en brazos y dándole un beso a una maestra de la escuela. ¡¡¡¡ Síiiiiiiiiiiiii, sí, sí, el asqueroso tenía mujer e hija y encima eran del mismo colegio!!!

Alucinante, ¿no? No, no hice, nada, se lo conté a mi amiga pero ir a denunciar al marido de una maestra de la escuela era todavía más complicado, ¿con qué pruebas? Os recuerdo que por aquel entonces no existían los móviles…

Estas son dos de las anécdotas más relevantes que viví durante mi infancia y sobre todo adolescencia bajo el adoctrinamiento sectario del Opus Dei, un adoctrinamiento que trataba de anular mi voluntad a base de temor, de debilitar mi autoestima, de creencias, normas y prohibiciones, una secta que trató de reclutarme durante algunos años hasta que por dicha por un instinto innato de supervivencia logré escapar de su tela de araña, una tela de araña que la manejan desde «los principios y valores» convenientemente tejidos en la obediencia. Si obedeces eres buena persona y si eres buena persona, nosotros te resolvemos la vida, te buscamos un trabajo en uno de nuestros clubs, luego si no decides ser numeraria, te buscaremos un chico que profese los mismos dogmas sin pestañear…crearemos una «bonita» familia, te cargaremos de hijos, cuántos más mejor, sólo tienes que traerlos al mundo, lo de criarlos es cosa nuestra…y suma y sigue…

Lo que os cuento, lo he vivido, no me lo invento y no lo saco de ningún testimonio ni novela.

Salir de todo eso no es tan difícil…yo lo hice con 17 años, cuando me di cuenta de que me estaban organizando la vida sin mi permiso ni consentimiento, pero lo que ellos te «inyectan» a esas edades donde buscas SER, esa programación se graba en la memoria, y durante muchos años, buscas y buscas complacer a los demás, buscas y buscas cumplir las expectativas de otros, buscas y buscas lo que te robaron; Tu propia esencia.

Años, muchos años después de liberarme de toda esta anulación de mi persona, de mi voluntad, dejé de pensar en ellos, creí que ya no existían, hasta que un día iba por Barcelona y vi a un par de niñas con uniforme, y sentí una profunda lástima por ellas.

Me dí cuenta entonces que yo había logrado borrarlos de mi vida, de mi mundo, pero siguen existiendo…siguen haciendo un daño que en muchas personas es irreversible.

A mi me destrozaron la adolescencia y eso es imperdonable.

¿Para qué putas necesita una niña de 13 o 14 años un retiro espiritual? Todo formaba parte de ese adoctrinamiento…siempre apartados del mundo real, siempre en sus «clubs», y ¡ojo! siempre eligiendo gente de estatus social medio/alto…A los «pobres» y barrios marginales, vamos a verlos una vez al año…ja,ja. ja…

Pero no sólo existe el Opus Dei, existen muchos otros grupos, que buscan personas en momentos de vulnerabilidad en su vida, ya sea por un divorcio, una enfermedad, etc, personas frágiles que necesitan «apoyo»…Esos grupos «aparecen» por la necesidad del vulnerable y por supuesto esos grupos se nutren económicamente hablando de ese «apoyo» que ofrecen…lo pueden disfrazar de empoderamiento femenino, de amor puro, adornarlo con ceremonias y ritos, y sobre todo, muy importante, hacerte sentir «única, especial, distinta» al resto. Porque todo eso «tus hermanas» que han pasado por cosas similares te van a «regalar»…Pero todo es lo mismo, todo es fomentar la obediencia hacia otras/otros que «dicen y creen que han alcanzado» un nivel (maestros, hermanas superiores, etc) aprender de su «sabiduría», empoderamiento (una palabrita que se ha puesto muyyy de moda en estos últimos años) e ir a sus reuniones, retiros, meditaciones, ¡¡¡ ojo !!! ¿ Gratis, no, ¿eh? ¡¡Hombre, a ver, ¿ cuando el ser humano «iluminado» con esos dones «especiales» ayuda a otros por la jeta….? Estos grupos tienen además una estructura muy similar a la que se usa en los negocios piramidales jajaja… vas ganando «puntos» cuanto más les sigues el rollo, sigues todas sus enseñanzas, te apuntas a sus «cursos y retiros» y pasas del nivel 1 a ser ya ayudante y poquito a poco a tener más protagonismo reconocido por supuesto por tus otras «hermanas». Te hacen creer que «eres libre» pero ojo que no estés localizable, ojo que falles a tus compromisos para con ellas, ojo de cortar con esa DEPENDENCIA.

Porque al final, todo es lo mismo, que dependas de «algo, de alguien» que te controla y manipula para ser FELIZ.

Cuando en realidad la felicidad NO TIENE ETIQUETAS, NO SE SOMETE A NADA NI A NADIE, NI SIQUIERA VIENE DE NADIE. SÓLO ES TU PROPIA ESENCIA. TU CONSCIENCIA, TU DESPERTAR.

Fin.

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