
Empezar por agradecer 365 amaneceres , un año de enseñanzas, de cambios, un año de nuevos retos, un año para repostar energía, reorganizar, recolocar y reubicar.
Un año de «hasta siempre» y «hasta luego» porque no existe el «adiós» mientras exista vida.
Un año ejemplar, un año cargado de paciencia, intenso, bello, un año en el que he tenido el privilegio de vivir el mismo fenómeno desde dos países muy distintos y con una percepción muy diferente.
Un año estigmatizado por la mayoría por la carga y consecuencia viral de una pandemia, un año que afortunadamente no puedo lamentar haber vivido, porque tengo salud, porque tengo familia, porque tengo maravillosos amigos, porque no me falta un plato de comida ni un techo donde cobijarme ni los medios para seguir luchando por mis sueños.
Agradecida porque es justo y porque no se puede pedir sino se es capaz de dar…porque el universo escucha a quién se siente agradecido.
Infinitamente agradecida porque gracias a todo lo vivido hasta la fecha he podido observar como todo es relativo, como lo que para unos representa un tremendo drama para otros es una experiencia nueva de la que sacar una lectura positiva en función de lo vivido, en base a una fortaleza interna, serena y tranquila.
No, en lo personal no ha sido el peor año que he vivido o mejor dicho, la peor experiencia, no, es única, es atípica, pero en absoluto ha sido siquiera mala o para eliminar un año de vida de mi calendario vital…ninguno lo ha sido, y espero que ninguno lo sea.




Playa cocles. (Puerto viejo) Caribe Costarricense.